viernes, 27 de marzo de 2015

Causas de los derribos de conventos en Cádiz

He relatado en anteriores posts las circunstancias que rodearon el derribo de algunos conventos en Cádiz.

Por lo que se refiere a los franciscanos descalzos, parece que estos tenían mala fama por no haber auxiliado a los gaditanos que huían de los soldados cuando estos tiroteaban indiscriminadamente a todo aquel que se encontraban en la calle el 10 de marzo de 1820, día que se pretendía proclamar de nuevo en Cádiz la Constitución de 1812. También he explicado que esa mala fama podía haber sido provocada por Adolfo de Castro al relatar los hechos en su Historia de Cádiz. No obstante, hay que pensar que el convento fue derribado en 1868, nada menos que cuarenta y ocho años después de los hechos relatados por Castro, y estaba vacío desde 1835. Estas circunstancias descartan la animadversión contra los franciscanos descalzos como causa directa del derribo

Las razones aducidas explicitamente por los que deseaban el derribo fueron fundamentalmente dos: La primera,  que el estado ruinoso del edificio y el consiguiente peligro hacía necesario el derribo; la segunda fue la necesidad de dar trabajo a los jornaleros de Cádiz, ciudad que atravesaba una conyuntura económica muy apurada.   

EN PRIMER PLANO EL CONVENTO DE LOS DESCALZOS

Por lo que se refiere al convento de monjas de Nuestra Señora de la Candelaria, los argumentos fueron prácticamente idénticos. Por una parte se acudió al mal estado del edificio y a que el desplome de alguno de sus muros podía producir un grave peligro para los transeúntes; por otro, hasta la autoridad eclesiástica se refirió a la posibilidad de dar trabajo a los jornales, aunque, claro está, no para derribar el edificio, sino para subsanar los daños.

PLAZA DE LA CANDELARIA

Durante los años que mediaron entre el derribo de Los Descalzos (1868) y el de La Candelaria (1873) también se derribó el de la Merced; pero este hacía ya tiempo que se había modificado para albergar la Fábrica del Gas, por lo que se puede decir que ya no se derruía un convento, sino un edificio del que casi no había conciencia de que había sido un convento.

LA FÁBRICA DEL GAS DE CÁDIZ

Por último, el convento de San Francisco no fue derribado, pero sí una parte de él, (como la sede de la Orden Tercera de San Francisco, con su templo incluido).  Parte del convento se aprovechó para la Sede de la Academia de Bellas Artes de Cádiz y para el Museo Provincial; además su extenso huerto fue convertido en  una plaza pública, la plaza de Mina.

Si se miran los efectos directos de los derribos de los conventos aludidos y del uso de sus huertos, se pueden apreciar realmente cuál era el motivo real de todas las actuaciones en este sentido. Mi conclusión es que en Cádiz no había una especial inquina contra los monjes o monjas de unos conventos cuyo estado de conservación no debía ser tan acuciante en términos de seguridad. Pascual Madoz ya hablaba en 1846 (en su diccionario) del estado ruinoso de Los Descalzos y La Candelaria, que más de veinte años después seguían en pie sin que hubiese sucedido ningún desplome o accidente.

Entonces, ¿Cuáles fueron esos efectos directos? Pues, si se mira la figura que incluyo debajo de estas líneas se puede ver claramente: una ganancia de espacio en una ciudad muy carente del mismo.

ESPACIO GANADO EN CÁDIZ CON EL DERRIBO DE CONVENTOS 
Y UTILIZACIÓN DE SUS HUERTOS

El mapa representa la zona de Cádiz interior a las Puertas de Tierra, donde sobre 1868 se concentraban más de 70 000 habitantes. 
  • En rojo la superficie de la Plaza de la plaza de Mina, antiguo huerto de los Franciscanos.
  • En azul el mercado de abastos y los edificios construidos en el solar de los Descalzos. 
  • En negro la plaza resultante del solar del derribo del convento de la Candelaria
  • Y en verde la plaza de la Merced.
En conclusión, no niego que existiera en Cádiz cierta inquina contra algunos frailes ni que tuviera su importancia el hecho de dar trabajo a los más necesitados. El estado de ruina de algunos edificios fue una excusa: puestos a elegir era más fácil hacerlo con estos. Pero, a mi entender, la razón fundamental, consciente o inconscientemente, era de tipo urbanístico. Una ciudad con muy escasa superficie y relativamente muy poblada para la época, necesitaba urgentemente espacio. Hay que tener en cuenta que por entonces el terreno situado extramuros era zona declarada oficialmente como sensible en materia de seguridad y cualquier edificación o urbanización planeada en la misma se encontraba con la dificultad de conseguir la autorización de la autoridad militar.

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