jueves, 27 de agosto de 2015

Constitución de los Voluntarios de la Libertad

Antes del alzamiento gaditano de septiembre de 1868, los demócratas ya habían organizado clandestinamente en las ciudades más importantes de la península a sus seguidores, y una de las medidas tomadas inicialmente por las Juntas Revolucionarias que se fueron formando fue la de organizar esas milicias de ciudadanos como Voluntarios de la Libertad.

Estas fuerzas ciudadanas iniciales contribuyeron en buena medida a preservar el orden durante los primeros momentos de la revolución. Circulaban por las calles para mantener la tranquilidad ciudadana y restringir las actuaciones populares a manifestaciones pacíficas. En las poblaciones donde inicialmente se distribuyeron armas indiscriminadamente, los Voluntarios de la Libertad se encargaron de desarmar a los que no estaban sujetos al control de las Juntas. Esto fue especialmente significativo en Madrid, donde 40.000 personas se armaron libremente en el parque del Cuartel de San Gil.

CUARTEL DE SAN GIL. MADRID

No faltaron los casos en los que los mandos militares quisieron dejar bien claro que el Ejército se bastaba para estas tareas sin necesidad de colaboración ciudadana, lo cual dio lugar a ciertas tensiones. Así ocurrió en Sevilla, donde el general Izquierdo arengó a las tropas y se negó a entregar las armas a los paisanos que las solicitaban. Lo mejor que se podía hacer para controlar a los ciudadanos armados era organizarlos y ponerlos bajo las órdenes de las autoridades municipales.

En Cádiz, el 24 de septiembre de 1868 los demócratas de la Junta Local se reunieron en el Teatro Circo y acordaron solicitar a la Junta Provincial de Gobierno la creación de dos Batallones de Voluntarios de la Libertad, con la correspondiente entrega de 2.000 fusiles. El 30 de septiembre la Junta Provincial de Gobierno de Cádiz decidió formar los dos batallones solicitados y entregar a dicho cuerpo 1.000 fusiles.
LA ADUANA DE CÁDIZ, SEDE DE LA JUNTA PROVINCIAL DE 1868

Las normas por las que se debía regir el Cuerpo en Cádiz eran: “1º.- La fuerza ciudadana estará a las órdenes de la Junta Local. 2º.- Si la -junta- militar necesita de ella para algún servicio ordinario pedirá a la local la fuerza que considere indispensable. 3º.- En circunstancias extraordinarias, cuando el orden esté perturbado o amenazado de perturbación, no podrá hacerse uso de la fuerza ciudadana sin que medie acuerdo entre las autoridades militar y local.

De los batallones de Infantería de Voluntarios de la Libertad que se constituyeron en Cádiz, el primero estaba formado por demócratas, que muy pronto se pasaron al Partido Republicano, y tenía como jefe a Rafael Guillén Martínez, que sería presidente del Comité Republicano de Cádiz, y como segundo jefe a Fermín Salvochea, que muy pronto se destacaría al frente de una insurrección armada contra las fuerzas del Ejército. El Segundo Batallón estaba comandado por Juan José Junco y estaba formado por progresistas, si bien Junco y sus oficiales se declararon posteriormente republicanos.



RAFAEL GUILLÉN MARTÍNEZ Y FERMÍN SALVOCHEA
JEFE Y SEGUNDO JEFE DEL PRIMER BATALLÓN
DE VOLUNTARIOS DE LA LIBERTAD DE CÁDIZ

Los Voluntarios de la Libertad, organizados en numerosas localidades, contaban con un número muy elevado de integrantes. Como ejemplo, se puede citar el desfile de voluntarios de Madrid el 3 de octubre ante la Junta Revolucionaria, un día antes de que llegara el general Serrano. Los miembros de la Junta se situaron en el pórtico del Congreso de los Diputados, desfilando ante ellos unos 10.000 voluntarios.

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REFERENCIAS: 

DE LA FUENTE MONGE, GREGORIO, Los revolucionarios de 1868. Elites y poder en la España liberal, Marcial Pons, Madrid, 2000, pp. 107-8.

HERRÁN PRIETO, JOAQUÍN,  La Gloriosa en Cádiz: de la Revolución de 1868 a la Constitución de 1869, Cádiz, Fundación Municipal de Cultura, 1986.

OROZCO GUERRERO, ANTONIO, "Los Voluntarios de la Libertad de Cádiz en los primeros momentos del Sexenio Democrático y su relación con las fuerzas regulares del Ejército. Colaboración y enfrentamiento",  en Revista Universitaria de Historia Militar, Vol. 1, Núm. 1 (2012). Disponible en :
http://ruhm.es/index.php/RUHM/article/view/5

Gaceta de Madrid, 4 de octubre de 1868, página. 11.

viernes, 21 de agosto de 2015

La Asociación de HIjas de la Inmaculada

Ya he explicado en una intervención cómo la Junta de Damas de Cádiz renunció a reanudar la inspección de las escuelas municipales de niñas tras haberla abandonado durante la administración del Alcalde republicano Rafael Guillén Estévez, en 1869, a pesar de los requerimientos del nuevo alcalde, el unionista Juan Valverde y Cubells, empeñado en recuperar la colaboración con el Obispado.
EL ALCALDE JUAN VALVERDE

     Los trabajos para impartir enseñanza gratuita privada, de carácter eminentemente católico, a niños y adultos se aceleraron después referida renuncia de la Junta de Damas, debida probablemente a la apuesta del obispo fray Félix por la creación de este tipo de escuelas como necesarias para mantener una educación católica, ante el temor a que las contingencias políticas trajeran de nuevo un Ayuntamiento republicano que tratase de imponer una enseñanza laica y prohibiese la enseñanza de religión en las escuelas públicas, como realmente sucedería en 1873.

A partir de la proclamación de la Constitución de 1869, el temor del clero católico de la ciudad al avance de la doctrina protestante, con la creación de escuelas de niños en Cádiz por el presbiteriano Abraham Ben Ollier y la  posibilidad de que se optase por una enseñanza pública laica, en la que la enseñanza de la religión católica fuese eliminada, dio lugar a la creación y potenciación de escuelas privadas católicas, a menudo por iniciativa directa del obisdpo.
ABRAHAM BEN OLLIER

      Estas escuelas católicas  locales produjeron el efecto positivo de mejorar la alfabetización de los más necesitados, incluyéndose a niños y niñas y también a mujeres. En 1869 se abrió en Cádiz la escuela de San Rafael y en 1871 la de San Bernardo. En abril de 1870 comenzó a funcionar la de niños de Nuestra Señora del Rosario, en cuya memoria de apertura se citaba expresamente que la fundación se hacía con la intención de dar a los jóvenes, “una enseñanza eminentemente cristiana”, lo cual se estimaba como cada vez más necesario a causa de la propaganda protestante que se hacía en Cádiz desde que se estableció en España la libertad de cultos. La escuela  fue fomentada, entre otras personas por Antonio de Cañada, responsable de las escuelas de la extinta Congregación de San Vicente de Paúl en Cádiz.

   Con el nuevo objetivo de crear escuelas privadas católicas de carácter gratuito que contrarrestasen la evangelización protestante, destacó otra institución gaditana, la Asociación de Hijas de la Inmaculada Concepción, también cuyas socias eran popularmente conocidas como “Las Concepcionistas”. Era una asociación femenina mucho más reciente que la Junta de Damas, pues había constituído el 27 de abril de 1867, “con el objetivo de atraer a las jóvenes gaditanas en torno al altar de la Inmaculada Virgen María, para labrar su propia santificación y trabajar en la de sus prójimos, acudiendo al remedio de las necesidades espirituales de las pobrecitas jóvenes y niñas de la población”. Su director espiritual en el momento de la fundación era el arcipreste de la catedral de Cádiz José María Urquinaona, luego obispo de Canarias.

URQUINAONA

      Las componentes de la asociación realizaban visitas domiciliarias a las jóvenes, “para vigilar sus costumbres y atraer a sus familias al desempeño de sus deberes religiosos”. Las asociadas ayudaban en los cuidados a enfermas en el Hospital de Nuestra Señora del Carmen, más conocido como “Hospital de Mujeres” (que es en la actualidad la sede del obispado de Cádiz).
HOSPITAL DE MUJERES

    La instrucción de niñas, y también de adultas, fue una  preocupación  constante de la asociación, formando la catequesis católica una parte esencial de la educación impartida. A poco de fundarse, en agosto de 1867, abrió el primer establecimiento de enseñanza nocturna. El 14 de octubre de 1869, cuando ya se habían abierto en Cádiz unas escuelas protestantes, las Concepcionistas fundaron una escuela de niñas, para oponerse a las iniciativas anticatólicas, de cuya enseñanza se hicieron cargo las mismas asociadas. Estas actividades educacionales, que servían de propaganda a favor del catolicismo al mismo tiempo que de forma de oposición a la evangelización protestante y a la política secularizadora del momento, sitúan a la Asociación de Hijas de la Inmaculada (y también, aunque en menor medida, a la Junta de Damas) como un antecedente de la faceta educativa de lo que con el tiempo se denominará “Movimiento Católico”.

  A partir de septiembre de 1870, la entrada en Roma de las tropas de Víctor Manuel II, con la consiguiente pérdida de los Estados Pontificios, daría lugar a una potenciación de nuevas formas de presencia católica en la sociedad que irían conformando el referido Movimiento Católico, entre las que se daría gran importancia a la enseñanza y catequesis católica y, en general, a la creación de asociaciones católicas. En 1872 había dos escuelas de niñas en el Hospital de Mujeres, la de las Concepcionistas, es decir, la creada en 1869 por la Asociación de Hijas de la Inmaculada, y la de niñas pobres de Nuestra Señora del Carmen, fundada por María de Arteaga y administrada por el canónigo penitenciario de la catedral Salvador Moreno como patrono y director. Las enfermeras del Hospital de Mujeres, que eran hermanas Carmelitas de la Caridad, se hicieron cargo de la escuela en abril de 1872, cuando el canónigo Moreno lo solicitó a la superiora general de las Carmelitas, por haber fallecido su única maestra. La escuela se reformó, utilizándose no solo para las clases correspondientes sino también para que sirviera de residencia para las hermanas.

    A la escuela de niñas de las Concepcionistas, se le aumentó en abril de 1872 el espacio disponible, al mismo tiempo que se mejoraban las instalaciones de la del Carmen. También en abril de 1872, tras comprobar la falta de instrucción religiosa de las pobres visitadas, la Asociación de Hijas de la Inmaculada estableció una escuela de adultas en el barrio de Santa María.

    En 1874 la asociación sostenía una escuela nocturna “para menestralas, niñas y adultas” (probablemente la que aumentó de espacio en 1872, pues estaba situada, como la del Carmen, en el Hospital de Mujeres) y otra diurna de niñas, establecida en la calle del Empedrador números 3 y 5, presididas todas por Luisa Ruiz Tagle.
PATIO INTERIOR DEL HOSPITAL DE MUJERES

   La nula participación política de la mujer y el escaso reconocimiento de sus actividades sociales no permitieron que las Hijas de la Inmaculada, como también las asociadas de la Junta de Damas, pudieran tener una participación activa y directa en la confrontación político-religiosa gaditana. Basta recordar que el llamado entonces “Sufragio Universal” era en realidad restringido, pues solo se refería a los varones, o que la ley de matrimonio civil posterior a la Constitución no permitía a la mujer publicar libros u opiniones en prensa sin autorización del esposo. No obstante, ambas asociaciones se mostraron muy activas con motivo del derribo del Convento de Nuestra Señora de la Candelaria en 1873. Ambas instituciones no dudaron en movilizarse, manifestándose en la calle a favor de la religión católica y la preservación de los conventos de monjas, tratando de convencer a las cigarreras de la Fábrica de Tabacos para que las secundasen y entrevistándose con el alcalde Salvochea para tratar de disuadirle de su intención.
FÁBRICA DE TABACOS DE CÁDIZ
AL FONDO A LA IZQUIERDA)

      Pero su principal aportación a la causa católica fue su labor educativa en apoyo a la idea del obispo  fray Félix de oponerse al protestantismo con las mismas armas educativas y luchar contra la previsible secularización de la enseñanza pública, como efecto de la libertad de cultos sancionada por la Constitución de 1869,  oponiendo una enseñanza privada católica.

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REFERENCIAS:

Archivo Diocesano de Cádiz, legajo 168, carpeta “Enseñanza”; legajo 158, carta del obispo al Cabildo Catedral de fecha 14 de febrero de 1872.

DELGADO CRIADO, B., La educación en la España contemporánea, (1789- 1985), Madrid, Ediciones SM, 1994.

ESPIGADO TOCINO, G.
·   Aprender a leer y escribir en el Cádiz del Ochocientos, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1996.
·    La Primera República en Cádiz. Estructura social y comportamiento político durante 1873, Caja de San Fernando, Sevilla, 1993.

GÓMEZ FERNÁNDEZ, J., Disidencias y escuelas en la Bahía de Cádiz (1835- 1936), El Puerto de Santa María, Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia, 2009.

GUEREÑA, J. L., y TIANA FERRER, A., Clases populares, cultura, educación. Siglos XIX-XX. Coloquio hispano-francés, Madrid, Casa de Velázquez, 1989. 

LEÓN y DOMÍNGUEZ, J. M., Recuerdos gaditanos, Cádiz, Tipografía de Cabello y Lozón, 1897.
MONTERO GARCÍA, F.:
·    El movimiento católico en España, Madrid, Eudema, 1993. 
·  “Propaganda católica y educación popular en la España de la Restauración. 1900-1920)”, en AYMES, J.-R., FELL, E. M., GUEREÑA, J.- L. (eds.), École et Église en Espagne et en Amérique latine. Aspects, idéologiques et institutionnels, Tours, l´Université de Tours, 1988,

ROSETTY, J.,  Guía de Cádiz, El Puerto de Santa María, San Fernando y el Departamento, Cádiz, Imprenta  y  Litografía de la Revista  Médica, 1874.

TIANA FERRER, A., Historia de la educación popular en España Contemporánea. Diez años de investigación, Madrid, CIDE, 1994.





martes, 4 de agosto de 2015

Fray Félix no juró la Constitución de 1869

En una intervención reciente expliqué cómo el episcopado español se negó desde el primer momento a prestar juramento a la Constitución de 1869, a pesar de que las negociaciones del Gobierno Provisional español con la Santa Sede dieron lugar a la autorización explícita del cardenal Giacomo Antonelli, secretario de estado del Vaticano.

La ley de 17 de marzo de 1870, dando un mes de plazo al clero español para prestar el juramento, solo consiguió la constestación formal al regente, Francisco Serrano, de la inmensa mayoría de los arzobispos y obispos, confirmando su absoluta negativa.    

Fray Félix, el obispo de Cádiz, fue uno de los últimos en remitir su carta de negativa: no estaba presente en el Concilio Vaticano por motivos de salud y, prudentemente,  decidió esperar a que estos redactaran sus comunicados.



      EL OBISPO FRAY FÉLIX                                                                EL REGENTE SERRANO

Esta es la carta que el gaditano fray Félix remitió al isleño (de la próxima ciudad de SAn Fernando) Serrano: (En negrita pongo algunas frases que, subjetivamente, considero destacables)


El obispo gaditano 

Serenísimo Señor:

Ya llegó la hora de manifestar a V.A. clara y sinceramente lo que hasta hoy dejé solamente indicado en mis comunicaciones al venerable clero de esta Diócesis. Vi y comprendí desde luego cuál debía ser la conducta de un obispo tratándose de prestar el juramento, que por decreto firmado por V.A. se exige a los prelados y demás eclesiásticos que percibían pensión del Estado y no obstante me detuve en hacer la genuina y franca declaración, que tengo la satisfacción de elevar a la consideración de V.A. porque no se calculase de precipitada e irreflexiva, toda vez que mediaban contestaciones aclaratorias de Roma sobre la licitud del juramento con ciertas salvedades y precauciones para remediar el escándalo que pudiera causar en los verdaderos fieles grandemente prevenidos contra él. Después al intimarse y marcarse con un preámbulo terrible el dicho juramento, su forma, las manos en que debía prestarse y el tiempo prefijado para llevarlo a cabo me afirmé más y más en mi primer propósito de negarme abiertamente a jurar la nueva Constitución y a manifestarlo así al respetable clero que presido.

La sabia, razonada y concluyente exposición que V.A. ha recibido de los dignos prelados españoles desde la ciudad de Roma negándose a prestar el juramento a la Constitución, vino a afirmar mis propósitos y a secundar y llenar mis deseos; porque haciendo como es justo hacer, abstracción de lo que diplomáticamente ha ocurrido, toda vez que en esa misma comunicación ni se salvan los inconvenientes que han surgido posteriormente, ni se dirige a los prelados, ni por ella se obliga a prestar el juramente; el prelado de Cádiz, en su nombre y en el de venerable deán, Cabildo Catedral, párrocos y eclesiásticos todos, llamados por el decreto de 17 de marzo a prestar juramento de  la Constitución, resuelta y decididamente dice, y con él los expresados que non possumus.

En este no podemos jurar, porque no podemos, verá V.A. una vez más confirmada la lealtad y profunda adhesión del episcopado y clero español a sus principios y convicciones tanto más laudables cuanto menos acogida tendrán por ciertos espíritus volubles en materias de creencias, que ya alaban una, ya abjuran de otra, ya las niegan todas, ya las toleran y aplauden todas.

Habremos tal vez por esta conducta de quedar privados de la justa y canónica asignación o sea mezquina indemnización por los casi inmensos bienes que el Estado ha recogido de la Iglesia de España. ¿Qué importa Señor? No lo quedaremos de la honra, que vale infinitamente más que el dinero, según el Oráculo Divino. Ahí  están los fieles esperándonos y la adorable providencia de nuestro Dios, que les mueve para darnos cuanto necesitemos, reproduciéndose así en España la historia de los primeros tiempos, en los cuales no  hubo  presupuestos para el clero y sobró la libertad e independencia de la Iglesia. Con justo y preferente derecho a todas las clases del Reino podríamos reclamar y pedir de lo que antes fuimos despojados, pero guardamos silencio en este punto, mientras la Santa Sede no hable o autorice  nuestra formal renuncia de la dichosa asignación, toda vez que esta fue sancionada con pacto solemne por ambas potestades en el último Concordato.

Trabajo me cuesta creer lo que oigo por estas provincias y que pasa de boca en boca con profunda indignación de todas las personas sean del color que sean, que se ha dicho que en la capital del Reino, no se pagará al clero mientras que no jure la Constitución. Si esto fuese cierto, era lo bastante para no jurarla, si bien este dinero es nuestro y muy nuestro, y nada tiene que ver con el juramento en cuestión.

Concluyo ya, Serenísimo Señor, asegurándole que, a pesar de mi negativa y de mi digno sumiso y ejemplarísimo clero catedral y parroquial, puede V.A. estar seguro y firmemente persuadido, así como el Gobierno que hoy rige los destinos de esta trabajada y humillada Nación, que ni el obispo ni el clero tienen ni abrigan otros planes que los que su conciencia les dicte, y pongo a  Dios por testigo. Quiero decir que sin necesidad de juramento puede V.A. creer que respetaremos y acataremos cuanto proceda de su autoridad y la del Gobierno Español sin estorbarles para nada ni levantar ni ondear bandera alguna más que la de la Iglesia Católica Romana.

Fuente: Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Cádiz, número  508, 22 de mayo de 1870, páginas 1-5.

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