El primer
convento gaditano de los franciscanos descalzos o alcantarinos fue erigido en
1608. Los religiosos de la orden se trasladaron en 1628 a la plaza de la Cruz
Verde (conocida más tarde como plaza de los Descalzos), en terrenos adquiridos
con las limosnas de los fieles.
EN PRIMER PLANO, EL CONVENTO DE LOS DESCALZOS EN 1868, POCO ANTES DE SU DERRIBO
Ya he expresado en otra
ocasión cómo la adhesión de buena parte del clero regular a la causa carlista a
la muerte de Fernando VII pesó como una losa sobre la opinión de los liberales
hacia todos los monjes. En 1820, estando a punto de consolidarse el
levantamiento liberal de Rafael de Riego, las autoridades de Cádiz decidieron
proclamar solemnemente la constitución de 1812. El día 10, que era el previsto
para el acto, las tropas de guarnición en la ciudad, alentadas por algunos
mandos militares, perpetraron una matanza indiscriminada de ciudadanos.
ESCENAS DE LA MATANZA DEL 10 DE MARZO DE 1820 EN CÁDIZ.
LA DE ARRIBA EN LA PLAZA DE SAN JUAN DE DIOS Y LA DE ABAJO EN LA PLAZA DE SAN ANTONIO
Según relata Adolfo de Castro y Rossi en su Historia de la Ciudad y provincia de Cádiz, los franciscanos descalzos, en vez de esconder en el interior del convento a los que huían de los soldados, los echaban a la calle y los ponían en manos de los asesinos, no permitiendo la entrada ni aun a los ancianos. Castro confirma en su Historia que “proceder tan inhumano no halló imitadores en otros conventos”.
El erudito gaditano Adolfo de Castro (que sería secretario municipal, alcalde de la ciudad y gobernador de la provincia) era un liberal nada sospechoso de radical. No parece, o al menos no me consta, que tuviese una especial animadversión hacia los religiosos en general, ni un especial motivo para distinguir a los franciscanos descalzos de los demás. No se puede descartar que hubiese faltado a la verdad al relatar la actuación de los franciscanos descalzos. (Entre sus habilidades literarias, por ejemplo, se cuenta la de componer pastiches y atribuirlos a Cervantes). Pero, en cualquier caso, su relato pudo influir en el ánimo de muchos liberales de Cádiz o les sirvió de apoyo en su deseo de derribar el convento de Los Descalzos.
ADOLFO DE CASTRO Y ROSSI
En 1822 se subastaron
algunas fincas pertenecientes a la Orden Tercera de los Franciscanos Descalzos,
pero el convento continuó abierto. El 18 de agosto de 1835 los miembros varones
del clero regular fueron expulsados de todos los conventos de Cádiz, pasando
estos a ser propiedad del Estado. En aquellos momentos el convento, llamado
popularmente “Los Descalzos”, tenía trece frailes.
En 1837 se comenzó la
construcción de un mercado de abastos, el Mercado de la Libertad (situado en el
mismo lugar que el actual), aprovechando el extenso huerto del convento. El
mercado estaba finalizado en 1838, pero el convento continuaba abandonado y sin
uso alguno.
EL MERCADO DE LA LIBERTAD
El primer intento de
derruirlo se produjo en marzo de 1838, cuando el Ayuntamiento gaditano solicitó
al Estado la cesión e indicó su intención de derribarlo, basándose en el peligro que corrían los
transeúntes a causa de su mal estado de conservación. Además, había otra
razón, repetida en múltiples ocasiones cuando se derribaban conventos: la
corporación municipal pensaba extraer beneficios
de la venta de los materiales de desecho. La corporación municipal
pretendía construir casas en el terreno resultante. Pero el Gobierno no accedió
a entregar el convento, probablemente porque el Ayuntamiento gaditano no solo
pretendía derruir el convento sino también su templo, que se mantenía abierto
al culto.
El 3 de octubre de 1840,
durante la revolución que dio lugar a la caída de doña María Cristina como
regente, se formó en Cádiz una Junta Provincial y se produjo un segundo intento
de derribar el convento cuando varios gaditanos solicitaron al Municipio
que hiciera las gestiones pertinentes para lograr que la Junta aprobase la
cesión. El Gobierno, decían, no había tomado ninguna determinación sobre el
asunto después de dos años y era cada vez más inminente que el estado del edificio hacía
necesario su derribo. La revolución propiciaba un buen momento para que el
alcalde solicitase inmediatamente a la Junta Provincial de Gobierno la
propiedad del convento, para proceder a su derribo con la misma premura. El
Ayuntamiento designó una comisión para que estudiase la propuesta y el 14 de
octubre se disponía de su dictamen, que se mostraba favorable a que se
procediese a solicitar la propiedad y, una vez obtenida, se practicase el
derribo, que proporcionaría beneficios al Municipio por la venta de los
materiales resultantes y daría ocupación a “una inmensidad de pobres
jornaleros”. Tampoco en esta ocasión se logró la cesión del inmueble y el
ansiado derribo quedó como una aspiración insatisfecha de los liberales de
Cádiz.
El estado ruinoso de los
edificios que habían albergado a los regulares era una buena razón para
derribarlos: al tratarse de una cuestión que podía afectar a la seguridad de
los viandantes, el Ayuntamiento correspondiente tenía potestad sobre el asunto.
Pascual Madoz, en su Diccionario
geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, tomo V, corrobora la versión de
los liberales gaditanos, diciendo respecto a Los Descalzos: “El convento
está ruinoso y va a demolerse”.
Yo pienso
que este argumento, aunque tuviese algo de verdad, pudo ser más una excusa que una causa verdadera del derribo del convento. Cuando en 1868, tras el alzamiento del 18 de septiembre que
llevó al exilio a Isabel II, se decidió por la Junta Local de Cádiz la
demolición inmediata de Los Descalzos, estaban instalados dentro del edificio
una escuela municipal de párvulos, la de San Servando, y una institución para
albergar ancianos, el asilo del Buen Pastor, subvencionado con fondos
municipales. No es creíble que en 1838 el mal estado del edificio pusiera en
peligro a los transeúntes en 1838 y no a los niños y ancianos que hacían uso
del mismo en 1868.
Otra cuestión es que, cuando el convento y su iglesia fueron derribados, los sucesivos Ayuntamientos
no supieron qué hacer con el solar. Cierto es que un beneficio inmediato fue el servir de alivio a los jornaleros de la ciudad, que pasaban por una
coyuntura económica muy desfavorable. La Junta Local publicó el 9 de octubre de 1868 un
edicto de subasta para la demolición, con un presupuesto de doscientos cinco
mil quinientos reales.
FOTOGRAFÍA DEL SOLAR DE LOS DESCALZOS
(COMPÁRESE CON LA DE 1868)
La Alcaldía provisional
posterior al alzamiento, presidida por Francisco de Paula Hidalgo, no puso en
las obras de demolición el empuje que deseaban los republicanos. Hay que tener
en cuenta las dificultades económicas por las que pasaban las clases
trabajadoras, que podían disminuir si se daban suficientes jornales para trabajar
en el derribo. Desde antes de la formación del Ayuntamiento provisional ya se
observaba en la prensa gaditana, especialmente en la demócrata, una especial
sensibilidad en este sentido. El
Progreso Democrático se
refería el 16 de octubre al creciente malestar entre las clases trabajadoras de
Cádiz, motivado por la falta de ocupación y por el elevado precio de los
alimentos Decía el periódico:
“La miseria cunde, el hambre llama a gritos a las puertas de los pobres, y estos, con tan mal consejero, se reúnen, se impacientan y se presentan en son de guerra o poco menos ante las casas de las autoridades, pidiendo a voz en grito trabajo (...). Seamos cuerdos y no queramos, por precipitar los hechos, perderlo todo. Los enemigos de la libertad no duermen, y son bastantes todavía, por desgracia, para promover el descontento; y con su dinero y el dinero que procede tal vez de las arcas del tesoro, hallar instrumentos para tratar de arrebatarnos lo que tantos esfuerzos nos ha costado”.
“La miseria cunde, el hambre llama a gritos a las puertas de los pobres, y estos, con tan mal consejero, se reúnen, se impacientan y se presentan en son de guerra o poco menos ante las casas de las autoridades, pidiendo a voz en grito trabajo (...). Seamos cuerdos y no queramos, por precipitar los hechos, perderlo todo. Los enemigos de la libertad no duermen, y son bastantes todavía, por desgracia, para promover el descontento; y con su dinero y el dinero que procede tal vez de las arcas del tesoro, hallar instrumentos para tratar de arrebatarnos lo que tantos esfuerzos nos ha costado”.
El recién designado gobernador civil de Cádiz,
Gregorio Alcalá Zamora, comprendió el peligro de un levantamiento popular
alentado por los demócratas y se dirigió desde la prensa a los proletarios de
Cádiz, afirmando que una de sus principales preocupaciones desde el momento de
su llegada había sido la de proporcionar trabajo, motivo por el que decía estar
en contacto con la Alcaldía, que se ocupaba sin descanso en solucionar el
asunto. Decía el gobernador a los proletarios por medio del periódico El Comercio: “No escuchéis las excitaciones de los que, disfrazados con
la máscara de liberales, os inviten a escenas tumultuarias como lo han hecho en
otros puntos”. La República Federal contestó
a principios de noviembre a las palabras del gobernador recordándole su
incumplimiento de las promesas iniciales de conseguir trabajo para los obreros
y culpando a intereses políticos y no económicos de la situación de miseria que
vivían los obreros de la ciudad. El Consistorio provisional era acusado por los
demócratas de no hacer nada efectivo para solventar los problemas de los
trabajadores. La Soberanía Nacional, periódico republicano, advirtió
al Ayuntamiento que con la actitud indolente hacia el obrero que estaba
mostrando estaba ayudando a los planes de los enemigos de la libertad. Estas
presiones, que amenazaban explícitamente con la posibilidad de un levantamiento
popular, hicieron que el órgano local intensificara la contratación de obreros
en Los Descalzos.
Una vez regularizada la
situación política, el solar y los beneficios que se pudieran obtener del
derribo pasaron a ser de propiedad estatal. El primer alcalde elegido por
sufragio universal masculino en Cádiz, el republicano Rafael Guillén Estévez, trató de
recuperar una idea que ya había planteado el Ayuntamiento provisional: la de
construir un teatro en el solar sin abonar ningún tipo de canon al Estado. El
14 de septiembre de 1869 un empresario solicitó la concesión del terreno para
la construcción de un “teatro de primer orden”, de acuerdo con unos planos
existentes con anterioridad y en poder municipal. La Comisión de Obras Públicas
no vio inconvenientes y acordó publicar durante quince días las condiciones de
la propuesta del empresario por si se presentaba algún interesado que las
mejorase. El 1 de octubre, pasado el plazo, que había sido fijado en el Boletín
Oficial de la Provincia del día 16 de septiembre, no se había presentado
ninguna nueva oferta para la obra, con lo que se concedió la edificación al
único interesado y se nombró una comisión para redactar un proyecto de
escritura. Faltaban pocos días para que se produjera el alzamiento republicano;
Rafael Guillén y su Consistorio fueron depuestos y la idea no prosperó.
El Ayuntamiento
provisional de Juan Valverde, formado principalmente por progresistas que pronto formarían parte del partido Constitucional de Sagasta, paralizó cualquier disposición que tuviera
relación con iglesias o conventos. El 26 de octubre de 1869 el acalde presentó
un proyecto para erigir un mercado de pescado. Esta necesidad había sido
esgrimida por la Junta Local un año antes para decidir el derribo del convento
e iglesia de Los Descalzos. Pero Valverde ya no recurría a su solar como lugar
idóneo, a pesar de que el mercado general de la ciudad estaba edificado justo
al lado, en el lugar que había sido huerto del mismo convento, y propuso como
lugar más indicado los muelles de las puertas del Mar y de Sevilla.
El 10 de junio de 1872,
el ayuntamiento presidido por el progresista José María del Toro, logró que se
formalizase escritura de cesión del solar al Municipio, pero ya no pretendía la
erección de un teatro, sino tan solo formar una plaza pública. Pero todavía se
producirían algunos cambios.
Un nuevo
consistorio, dirigido desde julio de 1872 por Bernardo Manuel de la
Calle, jefe del partido Radical en Cádiz, se esforzó en zanjar definitivamente la cuestión del terreno del
convento de Los Descalzos. Descartadas desde antes las posibilidades de
construir en él un teatro, por lo gravoso del canon que reclamaba el Estado, y
concedida la cesión al Ayuntamiento para hacer una plaza pública, ahora, una
vez que el solar estaba ya en poder municipal, la intención última cambiaba en
parte y se pretendía construir edificios, para lo cual se envió en agosto de
1872 una petición al ministro de Hacienda en la que se reclamaba el nuevo uso,
al que se le concedía una importancia notable por considerarse muy conveniente
para dar trabajo a las clases obreras más necesitadas. El Ayuntamiento radical
acudía a la “visible decadencia de Cádiz”, que había hecho a la corporación
estimar como la más urgente medida a tomar la de facilitar trabajo a los
obreros, para presentar un nuevo proyecto, consistente en destinar los terrenos
a la construcción de edificios urbanos para dar ocupación al mayor número
posible de obreros. De la Calle hacía presente al ministro de Hacienda que el
año anterior ya se había decidido la construcción de un “Gran Teatro” en otro
sitio de Cádiz y estimaba que con los otros dos que había eran más que
suficientes para la ciudad, que no tenía en aquellos momentos capacidad para
mantener más establecimientos de ese tipo. Este “Gran Teatro de Cádiz”,
construido en madera, quedaría destruido por un incendio en 1881 y luego sería
sustituido en el mismo solar por el actual “Gran Teatro Falla”, construido
entre 1884 y 1905.
En resumen, del entusiasmo de la Junta Local Revolucionaria por derribar el convento de Los Descalzos con su iglesia, pensando en construir un teatro digno de una gran ciudad, se pasó, tras la convicción de que no había dinero para pagar el canon que pedía el Estado, a lograr la cesión del terreno con la excusa de hacer una plaza pública y , por último, a hacer edificar para dar trabajo a los necesitados obreros de la ciudad y aportar algunos beneficios por contribuciones al Municipio.
Durante un tiempo, una parte del solar sirvió para erigir una plaza ajardinada, el parque de Guerra Jiménez.
En resumen, del entusiasmo de la Junta Local Revolucionaria por derribar el convento de Los Descalzos con su iglesia, pensando en construir un teatro digno de una gran ciudad, se pasó, tras la convicción de que no había dinero para pagar el canon que pedía el Estado, a lograr la cesión del terreno con la excusa de hacer una plaza pública y , por último, a hacer edificar para dar trabajo a los necesitados obreros de la ciudad y aportar algunos beneficios por contribuciones al Municipio.
Durante un tiempo, una parte del solar sirvió para erigir una plaza ajardinada, el parque de Guerra Jiménez.
AMBAS IMÁGENES SON DEL
SOLAR DE LOS DESCALZOS SIENDO PARQUE AJARDINADO
SOLAR DE LOS DESCALZOS SIENDO PARQUE AJARDINADO
En 1886, durante la
Restauración, el Ayuntamiento gaditano decidió arreglar la situación de Los
Descalzos, “adquiriendo” el solar por el precio de 50.000 pesetas, cantidad que
se abonó al obispado, aunque sin formalizar escritura pública.
En resumen, he tratado
de distinguir "las causas verdaderas" y las "causas
aducidas" para el derribo del convento de Los Descalzos. La actuación de
los franciscanos descalzos el 10 de marzo de 1810, o la noticia que dio sobre la misma Adolfo de Castro, convirtieron al convento en
un símbolo de reaccionarismo clerical que había que derribar. La necesidad de espacio,
es decir, las razones urbanísticas, se sitúan en segundo lugar como causa
del derribo. Como se puede apreciar en el plano, la parte del huerto del
convento tiene aproximadamente el doble de superficie que la que albergaba el
edificio. Serían, pues, unos 12.000 metros cuadrados que "recuperó"
la ciudad tras hacer desaparecer el convento, su huerto y su iglesia. Por último, hay que señalar el deseo de dar trabajo a los jornaleros más necesitados, consiguiendo con ello aliviar su situación y también alejar las posibilidades de alteraciones del orden público.
ZONA DE CÁDIZ QUE OCUPABA EL CONVENTO DE LOS FRANCISCANOS DESCALZOS.
EN NEGRO, EL CONVENTO; EN ROJO, EL HUERTO.
REFERENCIAS
Pascual Madoz, Diccionario
geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, tomo
V.
CASTRO y ROSSI, A. de, Historia de la Ciudad y provincia
de Cádiz.
Archivo Diocesano de
Cádiz, legajo número 174.
Archivo Municipal de
Cádiz, Actas capitulares; Caja 5687, carpeta “Convento de los Descalzos”.
Prensa
local: El Progreso
Democrático, La Soberanía Nacional, El Comercio, La República Federal.
Gracias por la información que aportas, Antonio, pero ¡qué poco aprendemos de la historia! Lo que comentas en tu artículo sobre el retraso en la demolición, adquisición de los terrenos y nuevo destino de los mismos, se repite también en Cádiz más de un siglo después con edificios como el Colegio Valcárcel o la Residencia Tiempo Libre.
ResponderEliminarGracias Antonio. Sobre las dudas sobre qué hacer con el solar del convento de Los Descalzos, lo que destaca, o lo que yo he pretendido aclarar, es que los liberales revolucionarios de Cádiz sabían por qué querían derribar el convento (por la mala fama -merecida o no- de los franciscanos descalzos de Cádiz), pero no tenían tan claro para qué.
ResponderEliminarMagnifica exposición de las verdaderas causas de su demolición. Muchas Gracias . Arturo Huertos Sanchez. Un saludo.
ResponderEliminarEl blog de piscinas cadiz
ResponderEliminarsiempre nos brindará una mejor ayuda que corresponde sobre todo porque nos irá brindando diversos aspectos que más nos gusten.