viernes, 20 de marzo de 2015

Semblanza del obispo Félix Mª de Arriete y Llano



La personalidad más destacada de la Iglesia de Cádiz durante el Sexenio Democrático fue sin duda su obispo, Félix María de Arriete y Llano. Había nacido en Cádiz el 15 de marzo de 1811, en la calle San Miguel número 8, no muy lejos de la catedral. El 20 de enero de 1828 ingresó como novicio en el convento de Capuchinos de Santa Catalina de Cádiz, profesando el 21 de enero del año siguiente. El 4 de abril de 1835 fue ordenado sacerdote por el obispo gaditano Domingo de Silos Moreno. Cuando se produjo poco después la exclaustración de religiosos, fray Félix continuó residiendo durante algún tiempo en la ciudad, alojándose en la casa de un prebendado de la catedral que era patrono del oratorio de la Santa Cueva, donde estuvo ejerciendo su ministerio sacerdotal. 

En 1839 viajó a Italia, pasando algún tiempo con los capuchinos de Lucca. De vuelta a Cádiz, residió en el Seminario Conciliar donde conoció a Vicente Roa, que en 1869 sería su secretario de cámara y gobernador eclesiástico. Volvió a ejercer en el oratorio de la Santa Cueva y también en la iglesia de Santiago, junto al Seminario, hasta 1850.

Ese año abandonó de nuevo Cádiz, pasando a Málaga donde conoció a Antonio María Claret cuando este marchaba hacia Cuba para hacerse cargo del arzobispado de Santiago. Tras regresar a España como confesor de la reina en 1857, Claret mostró gran interés en promover al capuchino para ocupar el puesto que él había dejado en Cuba. La negativa de fray Félix sirve para comprobar algunos de los rasgos más destacados de su carácter. Aunque en un principio aceptó el cargo porque se lo pidieron varios destacados capuchinos, finalmente renunció, justificando su postura en el clima de Cuba y la repercusión que tendría sobre su salud. Aunque era conocido que tenía ciertos “padecimientos del pecho”, el mismo Claret achacaba la renuncia más a su humildad que a su mala salud.

En 1862, por decreto de 6 de febrero, la reina Isabel le designó como obispo de Cádiz y el fraile opuso de nuevo toda la resistencia posible, esgrimiendo ante el nuncio Barilli su condición de gaditano y la circunstancia de tener un hermano en Cádiz cuya mala conducta era conocida, como razones que no aconsejaban su nombramiento. La reina mantuvo la designación y Arriete se vio obligado a aceptarla el 14 de abril de 1863. El 1 de mayo se dirigió al nuncio para comunicarle que no tenía dinero para comprarse la ropa propia de su nueva posición. El 1 de octubre de 1863 “el reverendo padre Félix María de Arriete, de la orden de Capuchinos, natural de Cádiz, predicador de su orden y misionero apostólico”, fue preconizado por el papa. El 6 de marzo de 1864 fue consagrado en la capilla del Palacio Real de Madrid, por expreso deseo de la reina, siendo apadrinado por el príncipe de Asturias, don Alfonso. El 15 de marzo de 1864 entró en Cádiz y el 16 ocupó la silla episcopal. 

Por lo que respecta a las circunstancias que rodearon su promoción a la silla episcopal, hay que tener en cuenta que el Concordato de 1851 establecía un turno riguroso entre la Corona y la Santa Sede en el nombramiento de arzobispos y obispos y fray Félix fue elegido por la Corona durante la etapa de predominio político de la Unión Liberal de Leopoldo O´Donnell. Su designación, fruto de la conciliación entre el liberalismo moderado isabelino y el papado de Pío IX sancionada por el Concordato, se produjo en torno a la definición profundamente antiliberal del Sillabus Errorum, y poco antes de la vuelta de Narváez (en septiembre de 1864)  al Gobierno y la campaña de los "neocatólicos" contra los profesores krausistas. La condición de predicador de fray Félix hace un tanto excepcional su promoción al episcopado. Desde 1857, año en que Claret llegó a España de regreso de Cuba, hasta la designación de fray Félix, fueron ocupadas treinta y siete sillas episcopales, cuestión en la que desempeñó un importante papel el confesor de la reina. De los prelados elegidos, bien por la Corona, bien por la Santa Sede, al menos dieciséis tenían la titulación de doctor (sobre todo en Teología o Cánones, pero también en Leyes o Filosofía), otros ocho eran licenciados y uno bachiller. Los doce prelados que no tenían una titulación oficial reconocida habían desempañado canonjías, habían sido rectores, vicerrectores o catedráticos de Seminarios, o habían ocupado el puesto de abades. Sin embargo, fray Félix llegó a la dignidad episcopal siendo tan solo un predicador de la orden de Capuchinos, sin distinguirse por una formación significativa o haber ejercido previamente algún cometido de importancia. 

La promoción de miembros del clero regular al episcopado fue muy poco frecuente durante la época isabelina. En todo caso, los escasos religiosos que llegaron a ocupar la prelatura lo hacían normalmente en sillas de Ultramar, donde era conveniente su aportación como misioneros. José María León y Domínguez, profesor del Seminario de Cádiz siendo fray Félix obispo, y canónigo de la catedral gaditana con posterioridad, afirmaba con razón que todo el pontificado del obispo gaditano se caracterizó por sus continuas visitas a los pueblos de la  Diócesis. Este celo pastoral le impediría estar presente en la capital de la Diócesis en los momentos más críticos del Sexenio Democrático, especialmente durante la etapa republicana federal. Pero esto no fue obstáculo para que expresara en todo momento su oposición a las disposiciones eclesiásticas de los Gobiernos del periodo, mediante reclamaciones escritas dirigidas a las Cortes, a los ministros de Gracia y Justicia o a los presidentes de los distintos Gabinetes, en las que se aprecia su punto de vista respecto a la política secularizadora revolucionaria. 

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REFERENCIAS:
  • JOSÉ CHAMIZO de la RUBIA, J., “Fray Félix María de Arriete y Llano, 1864-1879” Hispania Sacra, 97 y 98 (1996), pp. 329-82 y 443-88.
  • JOSÉ MANUEL CUENCA TORIBIO 
    • Sociología de una elite de poder de España e Hispanoamérica Contemporáneas. La jerarquía eclesiástica 1789-1965, Córdoba (Argentina), Ediciones Escudero, 1976, p. 182.
    • Sociología del episcopado español e hispanoamericano: (1789-1985), Madrid, Pegaso, 1986, pp. 514-521.
  • JOSÉ MARÍA LEÓN y DOMÍNGUEZ, J. M. Recuerdos gaditanos, Cádiz, Tipografía de Cabello y Lozón, 1897.

1 comentario:

  1. Me ha parecido bastante interesante, la verdad es que desconocía el tema ^^ un saludo

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